La depresión afecta aproximadamente al 5 % de los españoles y, según muchos expertos, puede convertirse en un futuro cercano en la primera causa de invalidez a nivel mundial. Estos son los datos, las probabilidades, pero la depresión no solamente impacta en la vida de las personas que la padecen, sino también a todos los que la rodean: familiares, amigos, pareja o compañeros de trabajo.
Estos suelen ser algunos de los fallos más comunes que solemos cometer cuando intentamos ayudar a una persona deprimida:
1. Trivializar la situación: «esto no es nada, ya pasará, lo superarás, si quieres puedes»
Tendemos a pensar que cuando una persona es negativa o se siente triste, cambiar ese estado de ánimo es una cuestión de actitud, pero a veces no es tan fácil como eso. En realidad, uno de los síntomas de la depresión es la falta de voluntad, la anhedonia, la baja motivación para iniciar conductas. Por lo tanto, para una persona con depresión es muy difícil tener esa «actitud positiva» para cambiar que los demás le exigen.
Hay que ayudar a la persona a darse cuenta, de que igual que existen problemas físicos, que necesitan de tratamiento, ocurre igual con lo psicológico, aunque en este caso la solución no sea sólo la farmacológica.
2. Ver el problema desde nuestra perspectiva, en vez de empatizar
Cuando damos consejos, tendemos a ver las situaciones desde nuestra propia perspectiva, pero si queremos realmente ayudar, lo ideal es optar por la empatía, para tener más pistas sobre si esa persona necesita un hombro en el que llorar, distraerse, o solo que la escuchen en silencio. Ante la duda, siempre se lo podemos preguntar, en vez de dar las cosas por hecho.
Es importante ponernos en su lugar, imaginarnos a nosotros mismos en sus circunstancias y situación real, empatizando y tratando de acercarnos a cómo puede sentirse, cuáles pueden ser sus pensamientos y sus sensaciones físicas. Solamente así podremos conectar con su problema y ayudarle.
3. Caer en los “anímate”
Caemos en esa frase con mucha frecuencia, como si un “anímate” pudiera arreglarlo todo, o como si esa persona no se hubiera dado cuenta de que su problema podría arreglarse de forma tan simple. La intención es buena, pero no es útil y, además, aumenta la frustración y disminuye la autoestima de la persona con depresión, porque el mensaje que le está llegando es que «si está en tus manos la capacidad de animarte y no lo estás haciendo es porque no quieres o no lo intentas lo suficiente».
Este mensaje de que si «quieres puedes» y de que «si estás en el lugar equivocado es tu decisión irte» está culpabilizando a la persona con depresión, además de que no está respetando y validando su enfermedad. Las frases tipo “sé positivo”, “vamos, alégrate», o “sé cómo te sientes”, pueden provocar lo que no queremos: más culpa y tristeza.
4. Imponer, en vez de proponer
Puede que en ocasiones salir de la rutina ayude a cambiar un poco la situación, la cuestión es cómo debemos sacar a esa persona de casa o hacer que acuda a una reunión con amigos, si bajo un ordeno y mando, dada su poca voluntad a hacer cosas, o si quizás deberíamos cambiar de estrategia.
Cuando una persona tiene depresión, uno de los primeros objetivos en terapia es romper la inercia y que empiece a hacer cosas. Cuantas más actividades agradables realice, mejor será su estado de ánimo. Pero hay que tener en cuenta que la persona deprimida no está en buena disposición para llevar a cabo las mismas.
Conviene que nuestras peticiones o sugerencias no suenen a imposición. De nuevo, es vital ponernos en su lugar para entender que su energía y su motivación para la acción va a ser muy baja.
5. Asumir sus decisiones y responsabilidades
Cuando una persona cercana está deprimida y deja de realizar actividades diarias, nosotros podemos asumir este papel, adoptando el rol de cuidador, y reforzando, sin querer, su conducta «pasiva» o de evitación de responsabilidades y en la toma de decisiones. En este sentido, con nuestra mejor intención de ayudar y dar cariño, podemos ser partícipes sin saberlo de la perpetuación o del mantenimiento de su depresión.
Como familiar o pareja, asumimos como propias las decisiones, tareas y responsabilidades que le competen a la persona que se advierte triste, y de esa manera, sin darnos cuenta, podemos ser cómplices de construir dinámicas que mantengan la situación de depresión más tiempo del necesario.
6. Alimentar el discurso negativo
Como hemos dicho anteriormente, no hay que quitarle gravedad a la situación, invalidando sus sentimientos y sus dificultades con frases del tipo «no pasa nada, ya pasará». Pero tampoco hay que reforzar su discurso negativo y su visión pesimista de si mismo, del futuro y del mundo, alimentando sus quejas con nuevas quejas o fomentando esta visión derrotista sobre cualquier cosa.
En este sentido, es bueno intentar cambiar los temas de conversación de la persona con depresión con frases del estilo «creo que no es bueno para ti hablar de estas cosas que no te hacen sentir bien» o «entiendo que esto lo veas así, pero no es bueno que yo lo fomente, así que qué te parece si hablamos de esta otra cosa…».
7. Hacer reproches en vez de valorarle
Cuando una persona tiene un familiar con depresión lo pasa mal y sufre al ver cómo éste deja de hacer cosas, está inactivo, no cuida su aspecto físico, tiene problemas para dormir y pasa la mayor parte de día triste. Esto puede hacer que, en ocasiones, los familiares caigan también en la tristeza o, incluso, en el enfado, haciendo reproches o reaccionando de manera inadecuada a situaciones y conductas de la persona deprimida.
Es fácil caer en el reproche, pero antes de eso, respiremos, y pensemos que si de verdad queremos ayudar a esa persona a salir de esa situación, lo que necesita es sentirse valorado, no aún peor consigo mismo de lo que ya se siente.
8. Intentar reemplazar al profesional
Cuando tenemos una persona cercana con depresión intentaremos ayudar y dar consejos. Pero al final tenemos que pensar que todos tenemos nuestros límites y nuestros propios problemas y no vamos a poder abarcar toda las situaciones, sintomatología y la complejidad que supone un trastorno depresivo.
En estos casos, hemos de ponernos en manos de profesionales de la salud. Nosotros somos familiares, pareja, amigos o conocidos de esta persona a la que vemos mal y queremos ayudar. Pero no somos psicólogos.
Si tienes un familiar con depresión y necesitas consultar alguna duda o pedir cita, no dudes en hacerlo. Puede ser el primer paso para solucionar el problema.