El Síndrome de Asperger es un trastorno del neurodesarrollo que se encuentra dentro de los Trastornos del Espectro Autista (TEA). Dentro del continuo de los TEA, el Síndrome de Asperger supondría una mayor adaptación y funcionalidad pero con importantes problemas de relación y comunicación con otras personas así como una restricción patológica de intereses y conductas rígidas y restringidas ante determinados estímulos.
Asperger y autismo
Según explica José Antonio Peral, psicólogo de la Federación Española de Asociaciones de Síndrome de Asperger, el trastorno tiene un fuerte componente genético y es un tipo de autismo de alto funcionamiento en el que no existe retraso mental y el cociente intelectual está dentro del promedio o incluso en algunos casos por encima de la media.
En el Síndrome de Asperger, el lenguaje también es funcional, a diferencia del autismo más clásico, aunque puede presentar un habla con un tono plano o prosodias o una mayor elaboración que incluso puede dar la sensación de pedantería.
Los intereses restringidos pueden ocupar gran parte del tiempo de los afectados de Síndrome de Asperger, y es fácil que invadan muchas áreas de sus relaciones sociales y pueden dar lugar a su aislamiento social derivado de la falta de comprensión por parte de los demás, lo que puede traducirse en problemas de baja autoestima o síntomas de depresión.
A esto se une su conducta rígida en la que existe una necesidad excesiva de planificación del tiempo y de rutinas personales que siguen de forma fija y que les convierte en personas inflexibles a las que los imprevistos pueden afectar emocionalmente.
A los más jóvenes se les ‘cuelgan’ etiquetas de ‘raros’ y ‘friquis’ o son señalados por los demás por tener un comportamiento extraño, ligado a este interés enfermizo en algún tema o a rutinas obsesivas.
«Hasta que no se desarrollen nuevas técnicas más precisas y directas, el diagnóstico del Síndrome de Asperger tiene carácter clínico no-analítico y está basado en patrones de comportamiento que se detectan a través de entrevista clínica realizada por especialistas que integra la utilización de determinados cuestionarios específicos, test y otros instrumentos para detectar información definitoria y sensible del trastorno»
Desde la Federación de Asociaciones de Asperger señalan que «la problemática a la que se enfrentan estas personas es inmensa, con pocas unidades especializadas en el ámbito educativo para la inclusión de los niños/as y escasas unidades de referencia clínicas, sin la existencia de una verdadera sensibilidad social ante la neurodiversidad de estas personas que, además, padecen acoso escolar y laboral».
Cuándo se diagnostica el Síndrome de Asperger
Las personas con Síndrome de Asperger presentan distinto grado de afectación y funcionalidad, de ahí que existan casos que llegan hasta la edad adulta sin ser diagnosticados, ya que pueden tener un menor grado del trastorno, encuentran la forma de compensar su déficit.
Además, a diferencia de otros trastornos del continuo de los TEA en los que se observan los síntomas ya en los distintos hitos evolutivos, el síndrome de Asperger se evidencia sobre todo en la alteración de la conducta social, un aspecto que en los niños comienza a ser más evidente a partir de los 3 años y medio o los 4 años.
«A esta edad existe ya un interés social más relevante en el niño y las posibles dificultades sociales podrían ser más observables. Sin embargo, en la experiencia clínica el diagnóstico puede realizarse bastante más tarde, hacia los 7, 8 o 9 años y existen adultos de entre 35 y 40 años que tras conocer nuestras acciones de divulgación se han visto reflejados y al buscar diagnóstico han resultado padecer el síndrome», explica Peral.
Se lo conoce también como el ‘síndrome invisible’ dado que es desconocido por la población general e incluso por los profesionales del ámbito de la salud, todo ello lleva a una situación de subdiagnóstico entre las personas que lo padecen.
Tratamiento del Síndrome de Asperger
El diagnóstico diferencial que recibe el afectado supone un tratamiento que debe adaptarse a las características personales que dan forma al síndrome.
El abordaje desde el punto de vista clínico y terapéutico debe ser individualizado y su objetivo es flexibilizar las conductas rígidas, trabajar en la anticipación de respuestas y en los elementos del lenguaje convencionales en los que pueden existir problemas.
No existe fármaco específico para los TEA aunque sí para los síntomas y signos de los trastornos. Las personas con síndrome de Asperger sufren mucho estrés derivado de relaciones sociales difíciles de manejar para ellos, lo que supone que pueden llegar a tomar ansiolíticos o antidepresivos recetados desde Atención Primaria.
La terapia psicosocial debe generalizarse a las actividades cotidianas, de ocio y laborales, en las que se participa dentro del grupo de iguales y, sobre todo, en la dinámica familiar y más proximal.
Trabajamos ahora más en la generalización de los resultados al ambiente familiar ya que de no ser así los avances son más difíciles. Se trabaja la comunicación en la familia con perspectivas sistémicas para que tenga un papel más activo en el conocimiento del trastorno y sean facilitadores del proceso de cambio.